Narco, la nueva guerra argentina
POR MARCELO A. MORENO
03/11/13
Tiene 56 años y mide 1,55. Es difícil calcular su fortuna,
pero la estiman en unos 1.500 millones de dólares. Familiero -se casó tres
veces y tuvo nueve hijos-, devoto de la Virgen de Guadalupe, lo llaman “El
señor de la Montaña” -curiosa nominación, vecina a la del “Viejo de la
Montaña”, fundador de la medieval secta de Los Asesinos- y es uno de los cinco
latinoamericanos que integran el selecto ranking de la revista “Forbes”, que da
cuenta de las personalidades más poderosas del mundo.
El latinoamericano mejor ubicado en esa lista es el Papa
Francisco -único argentino seleccionado- y ocupa el puesto número cuatro,
después de Vladimir Putin, Barack Obama y Xi Jinping, jefe del Partido
Comunista Chino. La presidenta brasileña Dilma Rousseff aparece en el veinte. Y
tres mexicanos completan la presencia de nuestra región: el multimillonario
Carlos Slim y su familia -12°-, el presidente Enrique Peña Nieto -37°- y
Joaquín Guzmán Lorea -67°-, el narcotraficante de 1,55, hijo de un pobre
campesino que solía molerlo a golpes, sobre cuya conciencia pesan, según
autoridades de México y de Estados Unidos, unas 1.500 muertes.
El Chapo Guzmán, como es más conocido, debe el honor de
integrar la selección mundial de superpoderosos porque es el jefe del Cártel de
Sinaloa, organización no filantrópica que, según “Forbes”, introduce el 25% de
las drogas que entran en los Estados Unidos. De allí que se haya convertido,
después de la eliminación de Bin Laden, en el hombre más buscado por las
agencias de seguridad de ese país, con una recompensa de 7 millones de dólares.
La sofisticada labor del Cártel consiste en trasladar drogas
desde los centros de producción de Sudamérica hasta E.UU., paso previo por
Centroamérica y los 17 estados mexicanos en los que opera. Pero no todo son
rosas para Guzmán y sus adictos: tiene organizaciones aliadas, pero también
poderosos competidores y enemigos, como el Cártel de Los Zetas. Las diferencias
entre ellos no se discuten mullida y amablemente, sino con ametrallamientos y
decapitaciones, entre una imaginativa gama de delicadezas.
El miércoles pasado vecinos muy jóvenes de la villa La
Cárcova de José León Suárez destrozaron y quemaron parte de la comisaría 4° de
esa localidad. Rompieron todos los vidrios de la seccional, le arrancaron las
puertas y pintaron leyendas en sus paredes que no encomiaban la labor policial.
También, prendieron fuego a un patrullero, diez coches particulares y 90 motos
que estaban secuestradas en un galpón. Las fuerzas del orden permanecieron
atrincheradas en el interior del edificio, hasta que llegó un grupo especial de
la Bonaerense que pudo dispersar a los manifestantes.
La indignación la había desatado el asesinato de un chico de
13 años. Según la Policía, había quedado en medio de una pelea de dos bandas de
narcos. Según el padre del pequeño, los balazos se los disparó un narco porque
“esto está lleno de transas (traficantes) y los policías no hacen nada aunque
saben quiénes son”. Según escribieron los manifestantes, “Los transas están
todos con la Policía”.
Después del estallido, se supo que en el año tres chicos más
habían sido asesinados por la guerra narco, siempre cerca de villa La Cárcova.
Se sospecha que un asentamiento que queda pegado a ése, denominado Ciudad de
Dios, fue armado expresamente por los traficantes.
Todo esto no constituye una rareza en un país en el que la
casa de un gobernador fue baleada por narcos y dos cúpulas policiales de
importantes provincias cayeron sospechadas de estar en connivencia con esa
clase de delincuentes.
De acuerdo al último informe de la Oficina de la ONU sobre
Drogas, la Argentina es el primer consumidor de cocaína en América Latina, sólo
superada en el continente por EE. UU..
En Wikipedia se puede leer que “el Cártel de Sinaloa ha
demostrado su capacidad para establecer operaciones en zonas previamente
desconocidas, como América Central y América del Sur, incluso tan al sur como
Perú, Paraguay y Argentina.” ¿Será que nuestra sociedad le presenta un
atractivo irresistible a ricos y famosos como el Chapo Guzmán?
El llamativo hacer nada -no hay noticias sobre ningún plan
integral, preventivo o punitivo, a nivel nacional, para luchar contra el
fenómeno narco y la SEDRONAR, organismo específico, desde marzo que se
encuentra acéfalo- es mucho más que una prolongada desidia gubernamental
argentina: significa colaboración en estado de máxima pureza con el Chapo, sus
amigos y sus competidores.