
a las 17:00 hs.
Venezuela 4145 - CABA
Se llevará a cabo el VI Seminario de Formación
"Las Adicciones: Una Vivencia Cotidiana"
Del Ciclo:
"Experiencias que construyen esperanza".
Les mandamos un saludo fraternal y los esperamos a todos.
La Red de Madres por la Vida, está conformada por distintas organizaciones sociales, madres, padres, familiares y amigos de víctimas de las adicciones a las drogas. BASTA de PACO, Basta de MUERTES. SI A LA VIDA.
En menos de un minuto, César devora el sándwich. “¿Qué hacés, caradura?”, dice y saluda a Lucho, el padre de un compañero de la calle, cuando César andaba en la calle, unos seis años atrás que parecen prehistóricos. “En el barrio siempre es así, se acercan a saludarme.” El barrio es la villa Carlos Gardel, “panorama de vida que siempre tiene olor a celda, a plomo, a trabajo en negro o en gris o a traje de encargado de limpieza”, dice en el poema dedicado a ese lugar en el mundo donde nació –hace 21 años– y creció a los porrazos. Donde vive y da talleres literarios para rescatar a los pibes de un “infierno anunciado”. “No es que me levanté un día o manejé en mi cabeza, en algún momento, la idea de escribir un libro –cuenta César–. La venganza del cordero atado es un rejunte de los poemas que escribí, tan simple como eso.” Lo que no es tan simple es dónde los escribió, en institutos de menores, en la cárcel, bajo el seudónimo de Camilo Blajaquis: Camilo en homenaje al comandante Cienfuegos –uno de los líderes de la Revolución Cubana–, Blajaquis por el militante peronista asesinado en la pizzería La Real, relatado por Rodolfo Walsh en ¿Quién mató a Rosendo?
“Mi cabeza empezó a cambiar, a incorporar cosas nuevas; todo un mundo que no conocía hasta antes de caer preso, cuando me di cuenta de todo lo que se le oculta a un joven que le toca nacer en un barrio de clase baja, en una condición pobre y humilde como en la que nací. Aparte de excluirte económicamente, te excluyen cultural y simbólicamente. Te excluyen porque sos el negro de una villa, el negro de mierda, vas a ser chorro, obrero y nada más. El sistema te excluye y es mucho más cruel de lo que uno cree –repasa su aprendizaje–. Lo que juega es una exclusión simbólica: el de la villa es un ignorante, es un posible delincuente.” César subraya que el primer acto de su renacimiento, antes de la escritura, no fue la lectura –los libros que unas manos de mago, literalmente, acercaron a sus ojos– sino la libertad que le dio pensar. “Empecé a usar esto que tengo acá arriba –dice con el dedo índice en la sien– para algo productivo, para algo que me diera vida, que me diera fuerza. Y digo vida porque estaba muerto en vida: 16 años, seis balazos de la policía, me quedaban cinco años de cárcel; ingresé a un instituto con los clavos en las piernas, en muletas, pesando 50 kilos. Realmente estaba muerto.”
La realidad es que estaba preso –muerto en vida– en 2005. El camino de regreso a la vida tiene un nombre: Patricio “Merok” Montesano, un amigo que le acercó los libros, “un vago que daba taller de magia voluntariamente dentro de la cárcel”. “Nos trataba bien, no venía desde un lugar de profesor, ‘a ustedes, negritos, les vengo a enseñar cómo es la vida’, que es muchas veces la postura de los talleristas en la cárcel. El nos trataba como personas, no como monstruos. Nos enseñaba un truco de magia y nos hablaba de Walsh, de Cooke, del Che, de lo que pasó en los ’70. Nos hablaba de arte, de poesía, de cultura –enumera ese torbellino de novedades que lo asaltaron–. Al principio no le di mucha importancia, ‘este loco de mierda, qué me importa lo que dice, si total a mí me quedan un montón de años’. Pero venía en serio, con pureza, para ayudar.” El mago vaya si ayudó. Le prestó De Ernesto al Che, de Calica Ferrer. “Antes de ese libro yo no sabía, por ejemplo, que el Che era argentino, ni qué había hecho, ni cuáles eran sus ideales, ni por qué luchó –reconoce César–. Ese libro me sirvió para darme cuenta de que uno puede hacer un click en la vida, como lo hizo el Che. Y comenzaron las preguntas, aparecieron los porqué: por qué nací en una villa, por qué tuve que ser pobre, por qué tuve que nacer en un contexto de mierda, por qué tuve que saber a los 7, 8 años que existe la cocaína, el porro y que vivo en un barrio donde eso es frecuente y la cultura es ésa.”
La seguidilla de preguntas productivas se multiplicaban; estaba encerrado, pero no anestesiado. No sabía qué esperaba, pero algo llegaría. “¿Hubiese terminado en una celda si no hubiese nacido en una villa? Si nueve de cada diez de los que estábamos en la cárcel éramos de una villa. ¿Qué hubiese pasado si hubiese nacido en otro contexto? Realmente no sé, pero considero que en la cárcel no hubiese terminado con 16 años, baleado, adicto a las drogas como era. Se cayó la venda de mis ojos con mucha rabia. No quería darle el gusto al sistema, a la sociedad, que quiere que terminemos en la cárcel. Y fue una ruptura.”
–Y la rabia lo llevó a la lectura...
–Sí, a leer, a informarme, a llenarme de argumentos. Fue un renacimiento; el concepto de renacimiento en la historia de la humanidad es salir de la oscuridad de la Edad Media, de las tinieblas del oscurantismo. De repente aparecen Galileo, Da Vinci, Copérnico, otra corriente de filosofía con Descartes, los inventores, los pintores. Mi renacimiento fue gracias a la cultura. ¿Sabés por qué hablo de rabia?
–No.
–Porque no es lo mismo que alguien de clase media piense a que lo haga un pibe de clase baja. Si el de clase baja tiene conciencia de clase, la potencia que tiene ese pensamiento es mucho más explosiva que la de la clase media, en el sentido de rebelarte. Fue lo que me pasó a mí: tener conciencia de clase, pero no haciendo una separación porque yo soy de abajo, pero no quiero que se muera el de arriba. No. Yo pensaba todo esto, pero seguía dentro de una celda. No sabía que el día de mañana iba a publicar un libro, a hacer una revista...
–Tocó fondo: o se hundía del todo o flotaba y salía a la superficie, que es lo que hizo.
–Exactamente, pero una vez que llegué a flotar, había que remar porque estaba en el medio del mar y no había remos. Había que remar y no había balsa, había que remar y no había isla para naufragar. Me pegaron en la cárcel por leer, por escribir, por pensar, paradójicamente. La sociedad dice que en la cárcel estamos mejor, que los derechos humanos son sólo para los chorros... y uno escucha todo ese discurso de que nos gusta esa vida en la cárcel, que no hacemos nada. A mí no me gustaba esa vida y decidí hacer otra cosa: leer, terminar el secundario, recibirme. Pero no recibí un abrazo de la sociedad; recibí piñas, me quebraron los tobillos, me rompieron un diente; sufrí miles de requisas por leer y escribir. Me di cuenta de que la sociedad prefiere que los pibes roben, que se droguen antes que accionen y piensen. Es más peligroso un pibe que piensa que un pibe que roba. Cuando un pibe en este país pensó y accionó, lo torturaron, lo masacraron y no apareció más.
–En un poema se lee que una psicóloga dijo que no podía ser escritor. ¿Fue así?
–“Y esa piña duele más que la del guardia”... puse en ese poema. Siempre recuerdo el día que escribí mi primer poema y se lo llevé a una psicóloga que tenía en el Instituto Belgrano. Lo había escrito la noche anterior después de leer una crónica de Arlt en Aguafuertes porteñas que me había gustado mucho. Seguramente estaría lleno de limitaciones; al principio escribía con rima, no podía escaparle a eso (risas). Había sentido un vómito que me daba libertad. Algo se había desatado, el candado se había quebrado cuando escribí ese poema. No es una figura menor el psicólogo dentro de la cárcel; es el juez cotidiano de tu vida. Yo le llevaba un poema que me había hecho sentir persona... Yo me odié mucho tiempo, pero llegó un momento en que ese odio lo transformaba en violencia o en poesía. La psicóloga dejó el papel a un costado y me dijo: “Muy lindo esto, pero cuando salgas tenés que trabajar. Vos cometiste un delito, tenés que resarcir a la sociedad y la única forma es que te rompas el lomo trabajando. Con esto –por el poema– no resarcís el daño. Esto puede ser muy lindo, un pasatiempo, pero tenés que trabajar. A ver si se te mete en la cabeza...”. Y no fue una mala experiencia como argumentan algunos psicólogos para que me quede tranquilo. ¡Las pelotas fue una mala experiencia! Tuve doce psicólogos diferentes y todos me dijeron lo mismo. Ninguno me leyó un poema. Yo necesitaba que alguien lo leyera, que me dijera: “Está feo, pero vas bien”. Era un acontecimiento para mí, pero me lo negaban, lo reprimían. Cuando se lo di a Patricio, me dijo: “¿Es la primera ves que escribís? Seguí, probá, no está nada mal”. Y me trajo libros de poesía. ¿Te das cuenta la función de uno y otro? Uno estaba para ayudar, los psicólogos para reprimir.
–¿Por qué dice en un poema que “aunque no parezca soy poeta, soy un optimista”?
–Ese poema es una trompada tras otra, pero lo escribí en otro momento. Eso fue hace tres años, cuando pensaba que la política eran los políticos, pero ahora sé que es una herramienta. Si los políticos en nombre de la política hicieron desastres, la palabra no tiene la culpa. Hay optimismo en el escenario político argentino y hasta noto cierta alegría. La naturaleza de los barrios bajos es el peronismo obrero. No puedo desconocer eso; y con más facilidad me doy cuenta de que este gobierno se corresponde con esa naturaleza, que este gobierno está relacionado directamente con los intereses populares y me siento identificado. Yo viví en una casa de material y chapa toda la vida. Hoy tenemos una casa digna con calefón, cocina y agua caliente. Pero tampoco me encierro en una etiqueta ideológica. Soy peronista, pero lo que menos me gusta del peronismo es Perón. Para mí el peronismo es una esencia colectiva; por eso me siento identificado con esa subjetividad colectiva que resistió 18 años. Soy eso, pero también marxista y me gusta la filosofía, el rock y el reggae. Decir “soy esto” es autolimitarse, autoexcluirse. Yo quiero seguir creciendo y seguir siendo cada vez más cosas.
–¿Qué pasó con su lenguaje cuando salió de la cárcel? ¿Cambió?
–Sí, empecé la facultad, estoy en nuevos ambientes con gente que habla diferente. Pero el lenguaje es muy amplio; en mi barrio si tengo que hablar con los pibes, hablo así también. Soy así siempre, pero tampoco en exceso porque si me hago el académico me van a decir: “¿Qué estás hablando, gil?” (risas). Pero no me gusta el estereotipo y simular que soy villero y tener que comerme las eses y decir: “Ey, guacho”. Ya venía incorporando nuevas palabras a mi vocabulario desde la lectura. ¿Vos te pensás que hablaba así cuando caí en cana? Usaba la misma cantidad de palabras para hablar siempre de lo mismo: a quién le choreamos, cuánto hiciste, cuánta merca compramos, anda la yuta... No salía de ahí. Ahora no tengo odio, y eso que me sobraban los argumentos para odiar, para salir de la cárcel con ganas de matar. Sigo escribiendo poesía, estoy preparando mi segundo libro. Necesito escribir como el adicto necesita de su dosis. Mi dosis es escribir porque me corre la poesía por las venas. Y que por mis venas corra poesía es lo que me hace también experimentar una sobredosis de esperanza.
César González se puso Camilo en homenaje a Cienfuegos y Blajaquis por el militante peronista de ¿Quién mató a Rosendo?
Imagen: Dafne Gentinetta
“Mi vieja no puede creer cómo le salió el hijo de la cárcel –dice César González como si él no fuera ese hijo—. Ni con toda la fe en el mundo pensaba que iba a salir así. Ella tenía la esperanza de que dejara de robar. Y nada más.” Su madre, como muchas otras mujeres de la villa Carlos Gardel, crió sola a César. “Infancia tuve, pero a los golpes, en la calle, a los porrazos, como tantos. Los pibes con los que me juntaba tenían madres solteras, les faltaba el papá, eran iguales que yo”, recuerda. No conoce a su padre y se incomoda –un poco– cuando se le pregunta por él. “Era borracho, le pegaba a mi mamá. Ahora no sé dónde vive ni me interesa realmente... pobrecito, fue adicto al alcohol, yo a las drogas, ¿qué puedo reprocharle? Nada”, responde. “Mi vieja está orgullosa. ‘Sabés cuántas madres quisieran tener un poeta revolucionario’, me dijo el otro día”, cuenta César y se ríe celebrando la ocurrencia materna. “No soy un fanático de los Redondos, pero sí un investigador de las letras, de la música, de los acordes”, reconoce César. Algo de esa pasión ricotera está en La venganza del cordero atado. “Juego con ese título del disco porque considero que el lobo suelto es la representación del capitalismo de consumo y el cordero atado representa al pibe excluido, encarcelado, asesinado por la policía, el pibe condenado a ser un adicto, un ignorante”, explica. “Llega una noche en que ese cordero se desata y sale a vengarse de todos. Se desata solo el cordero. Pero la venganza no es matar al lobo. La venganza es regalarle un poema, reflexionar. La poesía es mi mejor venganza.”
César/Camilo está tramando su segundo libro y continúa publicando la revista de cultura marginal ¿Todo piola?, que empezó cuando todavía estaba preso y ahora sale cada dos meses, se vende a cinco pesos y tiene una página web: www.todopiolarevista.com.ar. “Si la revista puede crecer en cuanto a ventas, me encantaría que se pueda transformar en una herramienta de trabajo para los pibes que escriben. ¿Por qué no hay que trabajar de lo que a uno le gusta? Es una mentira de Hollywood, de los malditos yanquis”, se queja César, que trabaja en la Secretaría de Cultura de Morón coordinando talleres de escritura en la villa Carlos Gardel y en los barrios del municipio. “Es la educación popular de la que hablaba Freire: el que enseña aprende, el que está aprendiendo a la vez enseña”.
César González cuestiona “los tres re” que escuchó hasta el hartazgo en boca de psicólogos y asistentes sociales, pesadillas de un pasado que quedó atrás. “Regenerarse –como si fueras un monstruo o un degenerado o un psicópata–, recuperarse y reinsertarse”, repite despacio, tal vez para amortiguar la rabia del recuerdo. “No creo en ninguna de las tres”, aclara y explica por qué. “Recuperarse es tratar el hecho de robar, de ser un pibe chorro, como una enfermedad. ¿Y el contexto social? Todo lo que sos es consecuencia de mamá y papá, te dicen. ¿Y alrededor de mamá y papá no pasa nada? ¿El escenario sociopolítico y económico no interesa? Yo soy consecuencia de dos presidencias de Menem; no es poco lo que hizo esa basura en este país. Yo tenía 7, 8 años y me acuerdo del hambre que había en el barrio, la miseria que había. ¿Cómo mi psicólogo puede olvidarse, saltearse eso que es tan obvio? Pero te quieren convencer de una manera sacerdotal; ellos tienen el catálogo, la receta para rescatarte dentro de una fábrica, poniendo el lomo, siendo esclavo.”
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-19641-2010-10-18.html
El "paco": Indicador de que Argentina es productora de cocaína
9 de febrero de 2010. Operativo de Prefectura en pleno Barrio Norte: secuestran una cocina de cocaína y ocho kilos de droga. Hubo cuatro detenidos, informó Clarín. Los detenidos tenían sustancias para fabricar la droga, en un departamento en pleno French y Anchorena. Había éter, acetona, ácido clorhídrico, tambores para mezclar sustancias, una balanza de precisión, pasta base y otros precursores (o materias primas necesarias). "Además del problema de la droga, esta cocina era un grave peligro para la seguridad en la zona. Imagínate que hubiera explotado...", dijo ayer una fuente a EER.
El punto es: esto demuestra que se produce clorhidrato de cocaína en Argentina. ¿Y por qué, si se trabaja en "cocinas" con pasta base, nunca se incautan cargamentos de esta pasta en nuestro país?, preguntó una fuente ligada a las investigaciones contra el narcotráfico. ¿Será que la pasta base también se elabora en Argentina? Para ello, se requieren las hojas de la cocaína. ¿Y por qué tampoco nunca se encuentran cargamentos de hojas? ¿Esque están protegidos?
En octubre pasado, Calabrese nos dijo: "En Argentina se consume mucho que se hace acá, no solamente drogas que vienen de afuera" (sic).
Otro elemento que habla de la "producción" argentina es el "paco". Esta droga, como el "crack" estadounidense, sale de la basura, los residuos de la producción de cocaína. Nadie se molesta en soportar riesgos de tráfico internacional de drogas para llevar la basura; mejor, si van a asumir el peligro de ser descubiertos por las fuerzas de seguridad, mejor traficar pasta base o clorhidrato. ¿Entonces? ¿De dónde sale la basura residual para hacer el "paco"? Acertó: algunos investigadores piensan que si hay "paco" es porque hay producción nacional.
Un dato interesante como indicador: según el informe 2008 de la ONU sobre drogas presentado en Viena, una de las mayores preocupaciones actuales está en los precursores químicos que se utilizan en la elaboración de estupefacientes. Apunta el informe que Colombia es el país que mayor cantidad de permanganato de potasio (precursor químico elemental para hacerla cocaína) acumuló en todo el mundo. En América Latina, este producto se importa, y Argentina, Brasil y Chile son los principales importadores.
Cocaína: de 2 mil a 60 mil dólares
Sí, en cambio, se cultiva algo de coca en las laderas de montañas salteñas, según las fuentes consultadas por EER. Pero, fundamentalmente, la cocaína se importa de Bolivia y Colombia.
Un kilo de cocaína procesada requiere 300 kilos de hoja de coca. Este kilo de droga sale de Bolivia costando 2 mil dólares. Ingresar a Argentina cuesta 500 dólares más. Llegar a Buenos Aires, otros 500 más. Puesta en la capital del país ya cuesta 3 mil dólares. Al que la negocia le dan como porcentaje unos 500 dólares. "O sea, si se le entregan diez kilos para distribuir, se hace de 5 mil dólares de ganancia", reveló nuestra fuente. "Este kilo que salió de Bolivia a 2 mil dólares, puesto al por menor en Argentina rinde unos 4.500 dólares. Y si va a Europa, en la calle, puede rendir 60 mildólares. Por eso se busca sacar la sustancia para allá".
Y se busca hacerlo a través de la frontera argentino-uruguaya (pero ese tema será motivo de una nota siguiente).
El gramo en Argentina, si es muy puro, se paga hasta diez dólares como muy caro.
Argentina consume más droga que México y Colombia
Ya lo sostiene en febrero de 2008 el Informe Mundial de Drogas de las Naciones Unidas (ONU) difundido en Viena: nuestro país ocupa el primer lugar en América Latina como consumidor de cocaína, éxtasis, opio y paco, y está segundo en marihuana detrás de Chile (aunque ya casi lo alcanza y supera).
Y en el continente, está segundo detrás de Estados Unidos.
La ONU tomó estos datos de la Secretaría de Lucha contra las Drogas y el Narcotráfico (Sedronar) y de organismos similares en países del continente. Según la Sedronar, al menos una vez por año, el 2,6 por ciento de la población argentina de 12 a 65 años (700 mil personas) consume cocaína. En EEUU, la cifra es de tres por ciento en edades de 15 a 64 años.
Eso no es todo: el informe habla de que la mayor parte de la cocaína decomisada en Europa es de origen venezolano (36 por ciento) y colombiano (17 por ciento), pero que llega triangulada desde Argentina. España y Portugal son la puerta de entrada, y el mayor exportador sigue siendo Venezuela.
El consumo de marihuana creció un 350 por ciento entre 2004 y 2006 en Argentina (y sigue en alza).
En cuanto al éxtasis, el consumo crece en Oceanía, Asia y América latina, donde Argentina lidera el primer puesto (es la droga de la noche, los pubs y boliches).
Por Verónica Toller, para El Entre Ríos Domingo, 3 de Octubre del 2010
Por Verónica Toller, para El Entre Ríos Domingo, 3 de Octubre del 2010
Entre Ríos - Argentina lidera el consumo en América Latina
Por Verónica Toller, para El Entre Ríos Domingo, 3 de Octubre del 2010
La provincia dejó de ser un lugar de paso para ser una zona de consumo.
Droga en el sur entrerriano: hay un 90 por ciento más de lo que se incauta
El 1º de octubre, el senador provincial Osvaldo Chesini (PF – Gualeguaychú) pidió "un Estado implacable" contra las drogas, "acciones inmediatas y permanentes" y declaró que "no advertir que la droga está destinada a nuestros chicos sería una distracción imperdonable". La geografía, las rutas, puentes internacionales y pistas de aterrizaje clandestinas en nuestra provincia "abonan la zona liberada donde podría perderse el futuro de nuestra juventud".
Chesini realizó estas declaraciones luego de conocerse el caso del productor agropecuario Oscar Maglioni en cuyo campo, ubicado en Ibicuy, aparecieron 30 kilos de marihuana en paquetes que, probablemente, habrían sido arrojados desde el aire por una avioneta. El hombre fue amenazado de muerte por ello. "Estamos pensando en vender toda la hacienda y alquilar el campo", declaró Maglione a Radio Máxima de Gualeguaychú. Según el director de Toxicología de la Policía de Entre Ríos (fuerza que trabajó en este caso), comisario general José Luis Churruarín, "se estima que hay pistas clandestinas en la provincia, sobre todo en la zona de islas y montes. Son lugares de difícil acceso, y por eso se usan para arrojar bultos con drogas. No sólo se está haciendo énfasis de controles en las rutas, sino también por agua. En la provincia hay varios puntos de ingreso en las rutas 12, 127 y la 14".
El campo, llamado "El Charolay", tiene profusos esteros y bañados. "Es una pesadilla, llevo 56 años acá y nunca me había ocurrido algo igual", relató Maglione. Las amenazas fueron telefónicas. Le exigían que entregara la droga o lo matarían. "Entran las lanchas por el arroyo y nos tirotean la casa durante la madrugada", dijo por su parte a la radiola esposa, Fabiana Parada de Maglioni. También, contó que a veces, salen de la casa y se esconden panza abajo para evitar que los vean.
Además de esos 30 paquetes, fueron hallados luego otros 20 más en un campo vecino al de los Maglione, llamado "La Tormenta de Islas S.A".